Porque a veces no apetece ir al Cine


Publicado el martes 25 enero 2011


Reproduzco el post de Zona Negativa, pues merece toda la atención.

Porque llueve, porque hace frío, porque se está mejor en casa. Porque has quedado con los amigos, porque prefieres fumar y beberte una copa mientras disfrutas del filme, porque no quieres coger el coche para ir hasta una sala donde en verano hace mucho frío y en invierno mucho calor y pagar el parking, porque la cosa no da para ver siete películas al mes en una sala, porque la película de la que todos los periódicos hablan no se estrenará hasta dentro de tres meses, porque no piensas que vayas a disfrutar de la película rodeado de gente que charla y comenta y habla y come con la boca abierta. Porque has decidido que te apetece ver algo decente un sábado a las tres de la mañana y la Noria no es lo tuyo. O, sencillamente, porque no.

Y cuando tienes ese impulso, acudes a la red. Tienes dos opciones… la primera es ir a un portal como Filmin en el que tienes un catálogo muy reducido de películas que viste el año pasado. O abrir iTunes, donde por el módico precio de 3,99 € puedes alquilar una película doblada y sin alta definición que ni siquiera puedes trasladar cómodamente en un pen drive. La segunda es colarte en un foro donde tienes la película que te apetece ver en una calidad aceptable y bajarte unos subtítulos decentes. La procedencia es diversa: un R5 que sale en Rusia antes que las copias de Zona 1 o 2, una copia promocional distribuida a académicos que tienen que votar unos premios, un DVD de alquiler que sale en Estados Unidos antes de que la película llegue a las salas en España… A nadie le importa de dónde salgan estas copias y, si a las productoras y distribuidoras, si al autoproclamado mundo de la cultura no le interesa saber cómo y por qué llegan copias de tan alta calidad a la red tan pronto, a mí tampoco. Yo sólo quiero ver la película en casa, a la hora que quiera, cuando quiera y la quiero ver cuando empiezan a hablarme de ella. Porque no pagar para mí es secundario. Quiero ver Cisne Negro cuando leo la crítica del New York Times y no quiero esperar al 29 de enero para que después me la atrasen a febrero. Y si la única forma que tengo de hacerlo es, paradójicamente, no pagando, pues no pagaré. Porque ése es el mundo de internet: un mundo interconectado que ni espera, ni quiere esperar, ni tiene que hacerlo. Y que es consciente de ello.

Cuando acabo de ver la película, si tengo un blog, a lo mejor quiero comentar qué me ha parecido. Me puede haber gustado o no. A veces, incluso, puede ser un pestiño a pesar de que esos magníficos cortometrajes promocionales llamados tráilers prometieran maravillas artificialmente montadas que luego se quedan en nada; o pese a que nos presentaran a actores consolidados que, en realidad, venden fachada porque necesitan restaurar su castillo. El caso es que quiero comentarla. Y para amenizar un poco el aspecto visual de la cosa, voy a Google Imágenes a buscar alguna captura que ilustre el texto; captura que acabo colgando sin pedirle permiso a nadie y sin decir esta boca es mía. Está ahí, en el buscador más usado del planeta. Nadie le ha dicho que deba retirarla e, iluso de mí, pienso que nadie me puede decir nada por cogerla. Buscar, guardar a disco, subir, insertar… menos de un minuto con el automatismo de quien lo hace mientras escucha Spotify y lee sus feeds. Una rutina estupenda. El mundo nunca había consumido más cultura ni estaba tan ávido de ella. Cualquier hijo de vecino suspira por su pequeña dosis de calidad diaria y por poder comentarla después sin barreras geográficas. Veo Boardwalk Empire un día después de su estreno en Norteamérica –sin cortes, porque a las únicas copias que puedo bajar a nadie le ha dado por colgarlas oficialmente con publicidad para rentabilizarlas–, escribo una patochada en el blog por la tarde y por la noche charlo con un tío de Gijón que dice que le gusta como escribo. Un mundo perfecto para mí…

… e imperfecto para quien crea contenidos, evidentemente. Aunque no esencialmente porque yo tenga que no pagar para consumir productos audiovisuales como deseo y como me ofrece la tecnología. No. Es imperfecto porque todos esos tipos a los que paga para producir, distribuir y promocionar sus obras prefieren no variar lo que funcionaba hace dos décadas a adaptarse a los tiempos. Son tipos caducos, que han olvidado lo que significa en última instancia ser empresarios (cubrir necesidades básicas y no básicas, identificar un mercado virgen) y que cuelan a espíritus de estulta afinidad paleolítica en los ministerios para ponerlos a legislar. Y que, un buen día, me reforman la Ley de Propiedad Intelectual para ponerme más ambiguo el derecho a cita y lo de coger una foto de Google Imágenes. “No va contigo”, me dicen… “perseguimos otra cosa pero lo cierto es que mañana podríamos hacerlo contigo; si no lo hacemos no es porque no podamos, sino porque te perdonamos la vida”. Bien, vale, ni me entero… al fin y al cabo, no va conmigo. Pero después intentan reformar garantías constitucionales y otras menudencias en una disposición final colada de tapadillo en una ley más grande. Esta vez me dicen que van a por las webs de enlaces… que no penalizarán al usuario… pero cuelan la persecución a todo aquel capaz de provocar un daño patrimonial y ¡pardiez! escribo en un blog con 30.000 cargas al día. Si cuelgo una crítica poniendo a parir una cinta importante a lo mejor convenzo a unos diez lectores para que no vayan al cine. Eso es daño patrimonial. Pero no me preocupo demasiado… al fin y al cabo, no va conmigo. No es a por mí a por quien dicen que vienen.

Aunque me cabreo. Y tanto que sí. Especialmente después de que rescaten la ley con componendas tras su vapuleo en el Congreso. O de ver dimitir de su cargo en la Academia a uno de los pocos directores patrios que respeto –por sus películas, y porque sus películas le permiten dimitir tranquilamente– mientras la ministra del ramo sigue ahí bien apuntalada. Me cabreo, ya lo creo que sí. Pero… ¿qué pasará mañana? ¿qué pasará cuando se den cuenta de que el P2P se cifra, de que las páginas de enlaces se hacen internacionales y de que las descargas son una hidra mitológica a la que le cortas la cabeza y se reproduce? ¿qué pasará cuando se den cuenta de que en el fondo de todo lo único que hay es un usuario que no quiere volver al paradigma industrial de los noventa? No lo sé. Probablemente, irán a por mí, o a por quien esté en el meollo entonces, porque no me compensará enfrentarme al Estado por una simple afición. La cosa se quedará ahí y ya está… daremos marcha atrás y la industria, viciada, no habrá movido un solo dedo para renovarse. Entonces, y sólo entonces, puede que me pregunte por qué no me cabreé más y mejor en su momento. Probablemente, ya será tarde para hacerlo.

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