De Ribadesella a la Tierra Media


Publicado el martes 24 mayo 2011


Ya os hablamos de esto hace unos meses, pero ahora ha salido en el periódico El Comercio.

Nicolás Cuervo, un asturiano de 26 años, lleva cuatro años viviendo en Nueva Zelanda para intentar que se cumpla su sueño: aparecer como extra en ‘El Hobbit’

Cuatro centímetros le han impedido ser seleccionado como un elfo en el casting, pero ya piensa ideas para que Peter Jackson se entere de su historia y le dé un papel

Todo empezó cuando yo tenía 13 años y mi madre, Maite, me regaló la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’. La devoré y me quedé enganchado a ese mundo

Hay sueños que marcan una vida. A finales de marzo, Nicolás Cuervo llevaba dos horas y media de cola frente a la escuela de arte dramático Whakaari, en Wellington, la capital de Nueva Zelanda. La cuenta atrás para su gran momento había comenzado. En septiembre de 2007 se instaló en las antípodas para intentar cumplir su sueño: aparecer en la película ‘El Hobbit’ en el papel de cualquier personaje, aunque fuese el cadáver que apenas se vislumbra en una gran batalla. Y allí estaba en Nueva Zelanda, en el ‘casting’ que seleccionaría a los elfos que formarían parte del rodaje. Acariciaba su sueño con las yemas de los dedos.

Cuando le llegó el turno, un portero grande como un orco le hizo colocarse junto a una marca en la pared. Los elfos, tal y como los imaginó Tolkien en sus libros, son altos y delgados. El gigante le obligó a Nicolás a quitarse las botas de monte que se había calzado para la ocasión. Para aparecer como elfo en la película, el mínimo requerido es 1,83 metros de altura. Nicolás mide 1,79. Cuatro centímetros le habían apartado de su sueño. En YouTube hay un vídeo en el que el aspirante se aleja del ‘casting’ a punto de llorar. «Ahora estoy pensando en plantarme delante de los estudios con una pancarta para que Peter Jackson me vea. La verdad es que me he quedado sin ideas. Con cierto bajón», confiesa Nicolás desde Wellington. Vive en una furgoneta y su vida depende del dinero que ahorró trabajando como camarero –y que está a punto de agotarse– y de la trama burocrática de los permisos de trabajo. «Ya solo confío en que la locura en la que me he metido me dé una posibilidad», relata un joven que aún confía en la casualidad.

Nicolás Cuervo es un creyente en la religión literaria que J. R. R. Tolkien puso en marcha al escribir ‘El Señor de los Anillos’ y recrear el mundo mítico de elfos, enanos, orcos, magos, reinos perdidos o dragones. Pero Cuervo también es un devoto del profeta de ese universo, Peter Jackson, el cineasta neozelandés que dio al mundo la versión cinematográfica de los libros de Tolkien. «Todo empezó cuando yo tenía 13 años y mi madre, Maite, me regaló la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’. La devoré y me quedé enganchado a ese mundo», recuerda. Esta épica medieval de fantasía, magia y espadas le atrapó como a miles de jóvenes en todo el mundo. Pero con Nicolás, la fiebre fue más lejos. «Yo siempre he sido un fantasioso y nunca me ha costado nada dejarlo todo por un sueño», confiesa. Y eso fue lo que hizo cuando tenía 19 años. En un cine de Ribadesella había visto la película de Mel Gibson ‘Braveheart’, la épica historia del escocés William Wallace y su sangriento enfrentamiento con el rey de Inglaterra. «Me fui a Escocia para ver los escenarios de la película… y me quedé dos años».

La octava maravilla

Después, regresó a España, pero esta vez para estudiar realización audiovisual en Madrid. Se produjo el estreno de la primera parte de ‘El señor de los anillos’. Su fiebre subió en temperatura. Ya era un enfermo crónico. En 2006 surgieron los primeros rumores de que se podía rodar ‘El Hobbit’. Nicolás no tuvo dudas. Debía estar allí y salir en la película. Los avatares del proyecto comenzaron a marcar su biografía. «Me he tirado de los pelos cientos de veces. Cuando la Metro se hundió y dijo que no tenía dinero para el rodaje me vine abajo, lo mismo que cuando el director Guillermo del Toro anunció que dejaba el proyecto y que no haría la película. Lo peor fue cuando el sindicato de actores de Nueva Zelanda inició una huelga y se corrió la voz de que el rodaje podría trasladarse a Rumanía. Yo me hubiera ido allí, desde luego», afirma Nicolás.

El joven asturiano comenzó a trabajar en un hotel en el parque natural de Milford Sound, un recóndito paisaje del sureste de Nueva Zelanda. Este paraíso de fiordos, montañas y cascadas de 500 metros de altura parecía estar destinado para él. El Premio Nobel de Literatura británico Rudyard Kipling lo definió como «La octava maravilla del mundo», y una parte de ‘El Señor de los Anillos’ se rodó allí. «No sé cómo saldrá mi aventura, pero haber vivido en Milford ya ha sido un sueño», explica. Cuando piensa en quedarse fuera del rodaje, se consuela con el mundo que ha conocido en este escenario, declarado Patrimonio de la Humanidad. «He ido a lugares espectaculares, nadado con delfines. Eso ya ha merecido la pena. No todo el mundo puede vivir un sueño como ese», asegura.

Durante el tiempo de estancia en Milford, ‘El Hobbit’ era el motor de su vida. «Muchas veces me daba el bajón. Cuando estaba solo, sin nadie con quien hablar, sin muchas esperanzas, me bastaba con imaginarme en el rodaje, sirviéndole café a la gente o tendiendo los cables, o como un cadáver en el suelo, para tirar adelante». La fuerza de su fantasía se puso a prueba cuando no pasó el ‘casting’ de elfos. Ahora, admite, no sabe lo que hará con su vida. «Mis padres me dicen que ha llegado el momento de sentar la cabeza y dar el callo como todo el mundo. Sé que tienen razón, pero tras cuatro años avanzando en una dirección, tengo una crisis de futuro. Después de todo, yo me muevo por sueños».

Nicolás se plantea conducir su furgoneta hasta los estudios de Peter Jackson. «Estoy pensando en colocar unos grandes carteles para contarle a Jackson mi historia. Estoy seguro de que si la ve, no me dejará tirado. Por lo menos, que me estreche la mano». Mientras toma una decisión, lo único que le mantiene en pie es pensar en que, hasta que la película no esté terminada, siempre tendrá una oportunidad. «Caminar hacia un sueño es más fácil que caminar sin rumbo», resume.

No comments have been added to this post yet.

Leave a comment

(required)

(required)