Los efectos especiales de dos españoles sin los cuales Hollywood no sería lo mismo


Publicado el jueves 11 septiembre 2014




Podremos recordar su trabajo cómo la lava de la Montaña de Fuego donde Frodo al fin podrá soltar la pesada carga que arrastra desde hace dos películas en El Señor de los Anillos; el chocolate que el, digamos intermitente, Willy Wonka, elabora en Charlie y la fábrica de chocolate; las olas que baten entre la flota de los Lancaster y del rey Stannis Baratheon en Juego de tronos; el tsunami sin piedad de Lo imposible, o los especiales X-Men, que, entre otras cosas, invocan al mal tiempo, los vientos y las tormentas, algo que sería muy de agradecer en estos últimos días de verano.

Sería la típica historia de dos soñadores que viajan a Estados Unidos para triunfar si no fuera porque lo consiguieron. O una versión del modelo garaje salvo que en una oficina pequeña y en Madrid. Víctor González, ingeniero naval, e Ignacio Vargas, aeronáutico, tenían 25 años cuando en 1998 idearon RealFlow, el primer software diseñado para añadir a una película efectos especiales relacionados con líquidos: la lava de un volcán, una ola gigante, un tsunami, una inundación, un chorro de líquido que se convierte en un monstruo…

«En el mundo de los efectos la realidad no influye mucho, es la realidad que se quiere representar: un tsunami de verdad no es como nos lo pintan en una película, podríamos llamarlo el efecto Hollywood. Pero los aviones y los coches en los que nos montamos sí que están diseñados con técnicas por las que se han simulado y luego se ha verificado que funcionaban. La simulación permite reproducir la realidad y eso, en principio, no tiene límites», explica Víctor González, ahora director de la empresa que fundaron a la cola del éxito de RealFlow, Next Limit Technologies.

El ‘Photoshop’ de los fluidos

Hoy este software es líder en el mercado de los efectos especiales, una especie de Photoshop de los fluidos que ha sido utilizado en más de 100 películas y anuncios y que incluso llevó a los dos ingenieros a la famosa Industrial Light & Magic en California, la empresa de George Lucas. Al final prefirieron la independencia y se quedaron en España. Actualmente, Next Limit factura 5 millones de euros al año y emplea a unas 60 personas.

Su propio momento Hollywood les llegó en 2008 cuando recibieron el Óscar al mérito técnico que concede la Academia de cine estadounidense. Sólo un español lo había ganado antes, el sobrino de Juan de la Cierva (inventor del autogiro) en 1969. En la lista de sus 15.000 clientes se mezclan Pixar, Disney o Dreamworks por el lado del cine, y la NASA, BMW, Apple o Toyota por el de la ingeniería.

Cuenta González que una vez los invitaron a México para dar una conferencia y, al enterarse de que habían trabajado con Peter Jackson en El retorno del Rey, les empezaron a pedir autógrafos.

«Pero somos una empresa de ingeniería y lo nuestro es un trabajo técnico: hacemos un producto técnico, lo vendemos, se utiliza para hacer las películas, nos gusta verlas, obviamente, pero nuestro día a día es más de estar batallando para no perder la posición, conseguir sacar versiones nuevas que renueven las licencias y luchar para no quedarnos parado, porque la tendencia es que siempre hay alguien haciendo algo parecido. Es una lucha continua, un trabajo bastante menos glamuroso de lo que puede parecer desde fuera», argumenta.

Espoleados por el éxito temprano de RealFlow, lanzaron otros programas que pasaban del mundo más artístico del cine a sectores más propios de la ingeniería: Maxwell Render en 2005 y XFlow en 2011. El primero es un simulador de luz que permite crear imágenes fotográficas prácticamente indistinguibles de la realidad (rendering): se simula, por ejemplo, el interior de un edificio que aún no ha sido construido y al que se le hace una especie de fotografía virtual que lo hace parecer absolutamente real. Su principal mercado es la arquitectura y el diseño, aunque también se ha utilizado en algunas películas como El curioso caso de Benjamin Button.

Un mundo creado en el ordenador con vida propia

XFlow es un túnel de viento en 3D que también simula fluidos pero en el mundo de la automoción, la aeronáutica o la ingeniería civil. Su objetivo es entender cómo funcionarían un coche o un avión en una situación real antes de que hayan sido fabricados: es decir, se diseñan en 3D y se simula su operación en un túnel de viento en 3D (sic).

Y dentro de sus programas de I+D, que según la web de la compañía entienden como «el ADN de la empresa», cuentan con proyectos de bioingeniería para predecir el comportamiento de la sangre o el aire en procesos cardiovasculares y respiratorios, o de robótica con la simulación de redes neuronales o los sistemas de self-learning en robots.

Y aquí es donde el trabajo de Next Limit se complica: simular la realidad para meterla en un ordenador, incluso «cosas» o «procesos» que aún no existen en el mundo real y a las que les hacen fotos. Dependiendo de las ganas de filosofar, ello puede llevar de nuevo al cine, a Matrix en este caso, película en la que por supuesto también participaron. Un mundo creado en el ordenador que adquiere vida propia…

«Dentro de que todo es un misterio, el Universo, y todo eso, es cierto que las matemáticas y los ordenadores permiten reproducir lo que sucede ahí fuera de una manera muy cercana a la realidad. Los ordenadores hoy son mucho más potentes y permiten simular procesos cada vez más profundos o complejos como, por ejemplo, el funcionamiento del cerebro o la inteligencia. Llegaremos a la robótica, con robots que un día parecerá que piensan y sean seres inteligentes… Todo eso va a suceder porque en principio no parece que haya nada en contra: cuanta más potencia de cálculo tenemos, más estamos acercándonos a simular el universo en el que vivimos y los procesos que seguimos. Lo de simular los fluidos sería una cosa casi tonta comparado con esto, pero la naturaleza es matemática y, si le damos la vuelta, la matemática nos permite reproducir la naturaleza», opina González.

«Un renacimiento tecnológico»

Visto con un poco de perspectiva, también podría tratarse de conectar el mundo visual con el mundo de la ciencia y la tecnología, pero igualmente trabajar en una especie de interfaz entre el arte y la ciencia. «A fin de cuentas, el arte también intenta capturar la realidad de alguna manera y muchas veces los grandes artistas han sido también grandes científicos, como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel».

Así, la generación de conceptos visuales puede crear conceptos artísticos y, del mismo modo, en una faceta más prosaica aunque fundamental, simular la realidad para hacer aviones, coches o dispositivos mecánicos para un corazón artificial o para simular el movimiento de la sangre dentro de las arterias.

«Es un poco como volver a ese mundo donde los genios se movían en las dos bandas por igual, un renacimiento podríamos decir, tecnológico. Aunque también en esto hay mucho de bonitas palabras. La realidad es que para hacer un producto como este necesitas ingenieros. No digo que los ingenieros sean mejores o peores, digo que al final, aunque manejes estos conceptos, tienes que tener esa capacidad de trabajar la parte técnica, saber matemáticas y física», opina.

Con más del 90% de su facturación fuera de España, sobre todo en Estados Unidos y Japón, Next Limit no ha sufrido la crisis nacional y durante estos años ha seguido creciendo. Para el futuro sólo se plantean seguir buscando nuevas ideas, además de continuar con el exigente desarrollo de nuevas versiones para sus productos.

«Nos gusta más esa aventura continua de buscar nuevos retos. Lo que hicimos hace 16 años, hace 10 o hace 5 está ahí, pero nos interesa lo que vamos a hacer mañana y cuáles son las nuevas oportunidades, los nuevos retos técnicos, cómo evoluciona el mercado y cómo podemos seguir trayendo nuevas ideas. No es fácil porque una cosa es tener ideas y otra hacerlas. Eso es un camino complicado, pero sí que pienso que el emprendedor real es un emprendedor continuo que está buscando oportunidades de una manera casi natural. Digamos que es su forma de ser, su naturaleza».

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